Si te preguntás qué cenaste hace dos días, ¿te acordás? O qué te pasó la semana pasada, hace tres meses, o el 1 de enero de 2022. Recordar es una facultad que nos construye como humanos, nos da el aprendizaje y también la historia. Tenemos la suerte —aunque a veces es tal vez una desgracia— de tener muchas de las cosas que vivimos registradas en chats, fotos, videos, etc. Pero, con frecuencia, algunos de los hechos que vivimos no fueron registrados, y debemos apelar a la memoria para reconstruir la situación.
Qué hermoso momento cuando nos damos cuenta de algo que sucedió y nuestra mente tiene hasta el último detalle presente. Ser conscientes de lo que pensamos, decimos o hacemos, es la base —entre otras cosas— para un aprendizaje sobre nosotros mismos. Y esa conciencia, a mi parecer, se compone de una atención plena en lo que hacemos que luego, al combinarla con la memoria, nos enseña sobremanera.
Es muy fácil distraerse de lo que sea: una clase, una conversación, una serie. Tenemos infinita cantidad de estímulos a nuestro alrededor que propician esa desatención. Una forma bastante sencilla de evitar la dispersión es dejar el celular de lado en esas situaciones que nos importan más. Por otro lado, mirar a los ojos a nuestro interlocutor, por ejemplo, nos predispone de mejor manera a prestarle atención. Mantener una respiración profunda y consciente trae nuestra actividad mental al instante que estamos viviendo.
Las herramientas están ahí, no son nada complejas. Lo importante es hacer uso de ellas, desarrollar nuevas (porque es claro que no a todos nos funciona lo mismo) y luego, a través de la memoria, repasar, revivir, aprender.
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